Café de la abuela Marina. El Junquito. |
Mientras escribo me tomo un café caliente que por la bendita gracia de Dios me ha preparado mi esposa. Ese calor y los diversos tonos del mismo, ese aroma que llena la cocina, el comedor e incluso la casa, es parte de nuestra cultura, es parte de nuestra vida. Y, aunque hoy en nuestro país el café, que era tan común y accesible, es ahora una especie de lujo, siempre buscamos la forma de conseguir al menos un poco, al menos unos granos, al menos un sorbo. Dios en su infinita bondad nos provee de estos pequeños detalles.
Ayer estuve en casa de mis suegros, y como en casi todas las casas de esta montaña, sobre todo de los fundadores o los que llegaron primero, hay amplios patios sembrados con matas de cambur, de aguacate, verduras, flores, café, limoneros y naranjos que perfuman el aire, entre otros, y ellos tenían listo un grano de semilla de café que pronto será tostado y luego molido para preparar un café puro, de la tierra que Dios nos ha dado para vivir. La extracción de la fruta de la planta, luego la espera del grano seco, el trabajo de preparación, el tostado y demás; tiene varias implicaciones.
La primera, es que el Señor nos da la tierra para sembrarla, la siembra demanda paciencia y oración, confiando en Dios que enviará el agua a su tiempo para regar las plantas que nos darán los frutos. La paciencia se extiende al tiempo de crecimiento y florecimiento del arbusto hasta dar su fruta. De ninguna manera es un café expreso el que se sirve, tarda en llegar y algunos hasta hablan con los matojos, como evocando a Adán en el Jardín del Edén. ¿No dicen las abuelas que hables a las matas y a veces las reprendas para que crezcan y den fruto, que algunas son flojas? Y lo hacen, y he visto como después de regañadas, empiezan a dar frutos, esto es algo que no sé cómo y por qué ocurre.
Lo cierto es que las plantas siguen creciendo y dando sus frutos, a la orden del decreto eterno de Dios que allá en Génesis ordenó a la hierva y a los árboles frutales crecer y multiplicarse. ¿No es maravilloso que las plantas sigan creciendo hasta hoy por la orden inicial del Creador? Esto es algo que jamás debemos olvidar, si bien es cierto que debemos orar, preparar la tierra y regar para que las plantas crezcan, ellas sin duda jamás lo harían sin la orden de la Providencia que les infunde vida y belleza. ¡Toda la creación alaba al Señor! ¿lo hacen también los cafetales que nos regalan el cafecito mañanero? Yo creo que si. ¡Loado sea nuestro Señor Jesucristo que muestra su gloria y su majestad incluso en una taza de café!
© Por Fares Palacios. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
Ayer estuve en casa de mis suegros, y como en casi todas las casas de esta montaña, sobre todo de los fundadores o los que llegaron primero, hay amplios patios sembrados con matas de cambur, de aguacate, verduras, flores, café, limoneros y naranjos que perfuman el aire, entre otros, y ellos tenían listo un grano de semilla de café que pronto será tostado y luego molido para preparar un café puro, de la tierra que Dios nos ha dado para vivir. La extracción de la fruta de la planta, luego la espera del grano seco, el trabajo de preparación, el tostado y demás; tiene varias implicaciones.
La primera, es que el Señor nos da la tierra para sembrarla, la siembra demanda paciencia y oración, confiando en Dios que enviará el agua a su tiempo para regar las plantas que nos darán los frutos. La paciencia se extiende al tiempo de crecimiento y florecimiento del arbusto hasta dar su fruta. De ninguna manera es un café expreso el que se sirve, tarda en llegar y algunos hasta hablan con los matojos, como evocando a Adán en el Jardín del Edén. ¿No dicen las abuelas que hables a las matas y a veces las reprendas para que crezcan y den fruto, que algunas son flojas? Y lo hacen, y he visto como después de regañadas, empiezan a dar frutos, esto es algo que no sé cómo y por qué ocurre.
Lo cierto es que las plantas siguen creciendo y dando sus frutos, a la orden del decreto eterno de Dios que allá en Génesis ordenó a la hierva y a los árboles frutales crecer y multiplicarse. ¿No es maravilloso que las plantas sigan creciendo hasta hoy por la orden inicial del Creador? Esto es algo que jamás debemos olvidar, si bien es cierto que debemos orar, preparar la tierra y regar para que las plantas crezcan, ellas sin duda jamás lo harían sin la orden de la Providencia que les infunde vida y belleza. ¡Toda la creación alaba al Señor! ¿lo hacen también los cafetales que nos regalan el cafecito mañanero? Yo creo que si. ¡Loado sea nuestro Señor Jesucristo que muestra su gloria y su majestad incluso en una taza de café!
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