miércoles, 23 de diciembre de 2015

EN NAVIDAD: ¡Unos van alegres, otros van llorando!

Ya en Caracas están sonando las típicas parrandas, aguinaldos, merengues y gaitas decembrinas. Estoy convencido de que muy pocos se han detenido a meditar sobre las letras de las mismas. De una de esas composiciones deseo colocar un fragmento para así dar inicio a un artículo que deseo compartir con mis lectores sobre la alegría y la tristeza.

“…Navidad que vuelve, tradición del año, unos van alegres, otros van llorando. Hay quien tiene todo, todo lo que quiere, y sus navidades siempre son alegres, hay otros muy pobres que no tiene nada, son los que prefieren que nunca llegara…”

De seguro que si usted es Venezolano esta melodía le parecerá muy, muy familiar. La primera estrofa de este merengue caraqueño contiene varias realidades que son parte de la naturaleza humana. En primer lugar se enfoca la navidad como una tradición que genera en los hombres como es de esperar; diferentes sentimientos, emociones y reacciones.

Se podría hacer una lista de las emociones, sentimientos y reacciones que brotan en estas fechas, y todos estaremos de acuerdo en que la navidad y el año nuevo producen ansiedad ante su llegada. Esta ansiedad es generada por una serie de pensamientos que producen depresión o nostalgia que van desde el recuerdo de situaciones familiares de la infancia, hasta nerviosismos por razones monetarias.

En segundo lugar la letra de esta canción es descriptiva. Describe una realidad, unos van alegres, y otros van llorando. Ambos grupos por una causa, y es que su alegría está fundamentada en dos suelos de arena:

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cinco cosas que podrías considerar en esta Navidad.

Mis recuerdos decembrinos están llenos de titilantes luces de colores brillantes colgadas en pinos que resaltan en medio de la fría noche caraqueña. De escarchas rojas, verdes, azules y amarillas, de pesebres acogedores, de la Cruz del Ávila y de la emoción del regalo del 25 de diciembre. El abuelo, que ya partió con el Señor Jesucristo, no escatimaba en nada y su sazón y su amor se hacían sentir en el sustancioso pernil. El, siempre espléndido, llenaba la mesa de manzanas rojas y verdes pulidas, peras suculentas y uvas regordetas sobre una bandeja de tres pisos de acero inoxidable brillante que parecía plata bruñida donde también se colocaban nueces, avellanas y mandarinas.

El olor de las frutas y de los caldos del guiso y el vino que salían del horno de aquella cálida cocina con vestigios coloniales de inmediato nos hacían ubicar en ese mes tan querido por todos. En todas las casas había tortas negras con sus deliciosos frutos secos, dulces deliciosos de <<cabello de ángel>> y <<lechosa>>, deliciosos ponches criollos, bengalas, y por supuesto, la típica música de <<La Billo´s Caracas Boys>> que jamás pasa de moda, las Gaitas Zulianas, y los Aguinaldos que jamás pueden faltar. Así recuerdo en parte aquellos días.

Todos esas memorias me asaltaron el primero de diciembre, remembranzas que producían algunas sonrisas, nostalgias, y una que otra tristeza. Mientras pensaba en estas cosas no pude dejar de ser invadido por cierta ansiedad, y me preguntaba por qué si estas fiestas tenían el objetivo, al menos cuando fueron creadas, de recordar el virginal nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, la manifestación visible de Dios, y tenían un objetivo sublime, ¿Por qué para el mundo se habían convertido en una “feria gitana” de bombos y platillos, de mercachifles y angustias interminables?