lunes, 7 de noviembre de 2016

No puede ser mi discípulo.

El cristianismo no es una invitación a una vida fácil. Cuando nuestro Señor Jesucristo estuvo en la Tierra, era seguido por grandes multitudes. Muchas personas seguían al Hijo de Dios porque Él sanaba las enfermedades y las dolencias, y porque podía darles panes y peces.

En el santo Evangelio según San Lucas, 14, 25-33, vemos una escena paticular. Grandes multitudes le seguían, pero Jesús se voltea y les dice que cualquiera que ama más a su familia, o a su propia vida, no puede ser un discípulo.

Y aún más, si alguno no toma su cruz y le sigue hasta el final, no puede ser su discípulo. He leido muchas veces este texto del el evangelista, y cada vez que lo leo tiene más sentido para mi. La gente le seguía para ser aliviada de sus dolores y miserias, pero Cristo les advierte que si quieren ser sus discípulos, deben considerar muy bien su decisión y lo que esto implicaba, a saber, un amor radical y una disposición a ser crucificados.

Si lo pensamos bien, y hacemos una comparación de este fragmento del santo Evangelio con el mensaje de la supuesta prosperidad que se predica hoy en los escenarios emergentes, veremos con terror que el llamado a seguir a Cristo hasta las últimas consecuencias está ausente. El Evangelio de Jesucristo ha sido sustituido por un evangelio de transacciones que propone riquezas, prosperidad y éxito en esta vida, a cambio de sacrificios, como si esto fuera el fundamento de la piedad. Lo que Dios en realidad está pidiendo a los hombres, es un amor absoluto, un amor tal amor que la familia y la vida misma que es lo más valioso del hombre, queden eclipasados y comprometidos bajo el sigo de la Cruz, que es la negación de nuestros placeres y privilegios, y de la entrega del mismo cuerpo para ser quemado, de ser necesario, por amor a Cristo. 

Es una dura prueba para el que se dice cristiano, el Hijo de Dios lo afirma, y así está escrito en San Mateo 10,34-39, si alguno ama más a su padre, o madre, o esposa, o hijos, o hermanos o hermanas, no es digno de Cristo. El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida en este siglo, por causa de Cristo, la ganará. El énfasis del Evangelio no está en las riquezas, la fama y la erudición que puedas hacer aquí y ahora, sino a las riquezas y a la sabiduría del Reino venidero. El llamado de Jesucristo, es un llamado a todo, o nada. O le sigues y le amas con todo tu corazón y le sirves, o no lo haces, no hay una tercera vía. O amas a Dios, o no le amas.

El evangelista, narra las palabras del Mesías de Israel, y Él explica muy bien su punto, con dos ejemplos que siguen siendo hoy día vigentes, y que son muy ilustrativos (la construcción de un edificio y una guerra inminente), para llegar a la médula del impactante mensaje del Hijo de Dios, que lejos de buscar multitudes, está buscando discípulos verdaderos. Sobre eso, hablaré en mi próxima entrada. 

© Por Fares Palacios. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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