Las primeras palabras del salmo 51, referentes a la oración de arrepentimiento del rey David, son elocuentes. El rey sabía que había pecado, al ser confrontado por el profeta Natán, el mismo David dictó sentencia contra su vida sin saberlo, en lo referente al caso expuesto por el siervo de Dios, de aquel que le había quitado a su prójimo la única corderita que tenía, teniendo este muchas en su propia casa. El rey sabe que merece la muerte, ha cometido el acto del adulterio, el homicidio y la mentira.
No puede venir de otra forma ante el trono de Dios, él está desvastado por su propia maldad. Así que sus primeras palabras son estas (v1):
"Ten piedad de mí, oh Dios,
Conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus
Piedades borra mis rebeliones."
Esas fueron las primeras palabras de un hombre que está consciente de su iniquidad, y que habiendo confesado sus pecados, llora por ellos. El rey David nos enseña con su vida, que lo primero que debe hacer un hombre que ha pecado, es suplicar la clemencia del Dios trino. Y aunque las palabras del monarca son de ruego y súplica, en medio de este estado, podemos ver también, no sólo el corazón de David, sino también la belleza y la bondad de Dios por sus divinos atributos en medio de la oración: Dios es bueno.
No puede venir de otra forma ante el trono de Dios, él está desvastado por su propia maldad. Así que sus primeras palabras son estas (v1):
"Ten piedad de mí, oh Dios,
Conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus
Piedades borra mis rebeliones."
Esas fueron las primeras palabras de un hombre que está consciente de su iniquidad, y que habiendo confesado sus pecados, llora por ellos. El rey David nos enseña con su vida, que lo primero que debe hacer un hombre que ha pecado, es suplicar la clemencia del Dios trino. Y aunque las palabras del monarca son de ruego y súplica, en medio de este estado, podemos ver también, no sólo el corazón de David, sino también la belleza y la bondad de Dios por sus divinos atributos en medio de la oración: Dios es bueno.