lunes, 30 de octubre de 2017

Para quienes aman de todo corazón, las despedidas son dolorosas.

Para quienes aman de todo corazón, las despedidas son dolorosas, para quienes se han acostumbrado al timbre de voz, al gesto, a la presencia de un amigo, de un familiar, de un hermano, saber que no verá más a esa persona, desgarra el alma. Esa ha sido nuestra experiencia como congregación. Hermanos amados han tenido que partir, pero no porque quisieran, sino porque ciertamente ya no tenían más opciones. Los primeros que partieron, son un matrimonio portugués que hizo vida de iglesia con nosotros, no solo eran nuestros hermanos muy amados y vecinos, también eran y son nuestros amigos. Tuvieron que irse porque no conseguían sus medicamentos después de más de cuarenta (40) años viviendo en nuestro país, procreando y trabajando, siendo ciudadanos portugueses ejemplares que arribaron a Venezuela en el éxodo de peninsulares europeos y mediterraneos a nuestra tierra, pero que ahora decidieron volver para poder tratar las enfermedades de la vejez, cosa que no pueden hacer aquí.

Aún extrañamos como familia sus visitas al atardecer, sus gestos de amor, sus platos portugueses y sus dulces incomparables, sobre todo esa sonrisa, esa fe, ese corazón quebrantado por Cristo que se derramaba en oración, y ese amor por nuestros hijos. No solo eso, ellos se ganaron el amor de los hermanos de la congregación y servían con alegría la mesa del Señor, fieles diáconos de Cristo que ahora están lejos de nosotros físicamente, pero que aún están presentes en nuestra memoria. Nuestra iglesia ha sufrido esa separación, y se prepara para otras, porque el éxodo al perecer apenas comienza. La sensación es difícil de describir. Cuando vez a tantas personas irse de Venezuela cada semana, es imposible no sentir esa ansiedad del que queda atrás, a veces hago bromas sobre la película evangélica "dejados atrás" sobre la situación que acontece en nuestro país en el contexto de las migraciones.

Sin embargo, aún en medio del dolor que supone esta situación tan difícil, y de la tristeza de la separación, como familia e iglesia nos alegramos porque sabemos que en Portugál están mejor, y podrán pasar sus últimos años en esta tierra, con la tranquilidad que no pudieron conseguir acá en los últimos años por las carencias y terrores que abundan aún hoy en las calles, siempre sirviendo a Cristo de todo corazón. Quién sabe si esto será el inicio de una nueva obra en Madeira, donde nosotros tendremos de alguna forma nuestro grano de arena.

Dios sigue siendo Soberano, Bondadoso y Misericordioso, y es el Dios de los extranjeros, estén acá, o estén allá, el Señor no dejará a los que han partido a otras tierras, sean italianos, portugueses o españoles que se hicieron parte de nuestra nación, sean sus hijos, ya venezolanos, sean criolllos, sean quienes sean, Dios tiene un trato especial y una gracia alentadora para los extranjeros. A veces pareciera que escucho tocar la puerta, a veces parece que nuestros hermanos aparecen con una pequeña torta de chocolate en sus manos, o un funche, o con una sonrisa solo para decir hola, pero son solo recuerdos. Las calles cada vez más vacías, los días más solitarios, pero Dios sigue estando en Su Trono y Él seguirá siendo nuestro Pastor, ya en Venezuela, ya en cualquier parte del mundo, nada nos faltará.

© Por Fares Palacios. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin 
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