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Esta foto la tomé el amanecer del lunes 25/03/2019
Cerca de la Iglesia Providencia de El Junquito. |
Escribí esta mañana un breve pensamiento en medio de este gran apagón que nos sorprendió nuevamente desde el día lunes en la noche. Lo estoy publicando en este momento aprovechando que el servicio eléctrico ha sido restablecido en Caracas, no se hasta cuando. Dios les bendiga y gracias por visitar mi blog.
Ha sido difícil escribir, los apagones
dificultan la conexión y el uso de mi querida computadora
portátil con una batería ya gastada me obliga a escribir breve y
rápido, antes que también esta pantalla quede en oscuridad. En este
momento por cierto, estoy valorando mucho mis amados libros físicos,
porque cuando nos privan de la electricidad, solo quedan los fieles
textos, algunos amarillentos, pero que no dejan de ser muy útiles,
todos los cientos de libros digitales de nada sirven en este momento
que vivimos, de igual forma, el papel y el lápiz no pasan de moda en
casa, son de un alto valor para nosotros.
El domingo pasado, estuve en un
hospital público de Caracas, haciendo una visita. Confieso que para
mi jamás ha sido fácil ir a una cárcel o a un hospital, y en estos
momentos que vivimos se hace mucho más difícil y doloroso. En la
emergencia del hospital, pernoctan los familiares agotados de tanto
correr, de buscar las medicinas que no aparecen, de ir de allá para
acá, la mayor parte del tiempo a pie, acalorados, sedientos,
temerosos, para poder conseguir los insumos, arriesgándose a ser
contaminados por alguna bacteria, haciendo todo lo que pueden para
salvar la vida de su ser amado, luchando para prolongar la dádiva que el paciente ha recibido del Creador.
Sus rostros caídos son un espejo de lo
que poco a poco a ido ocurriendo en todos nosotros, estamos cansados,
pero aún tenemos el don de la sonrisa en medio del caos, cosa que sin
duda proviene de Dios. Los que están hospitalizados sufren, los riesgos
aumentan, los virus se expanden, como por ejemplo la hepatitis, el agua escasea,
la electricidad, el transporte; es tan difícil poner en palabras
esta situación, sin embargo, al mismo tiempo el brillo del sol es hermoso en
el verdor de los árboles que parecieran bailar con la suave brisa
que nos alivia del calor, hay destellos de hermosura en medio de la
fealdad de la opresión que todo lo destruye, el Señor no deja de
enviarnos esperanza, no deja de compadecerse de nosotros, no deja de
amarnos ni un solo minuto y darnos aliento usando pequeños detalles
como el brillo de una hoja verde danzando con el viento.
La gente a diario hace un gran esfuerzo
por ir a trabajar, por llevar a sus hijos a la escuela, por seguir
adelante buscando una normalidad que no existe, los que más padecen,
son aquellos que no tienen un vehículo propio, las paradas están
atestadas de gente que está desesperada por llegar a trabajar a un
lugar donde el pago no alcanza ni para comprar un cartón de huevos.
Hoy no tenemos electricidad, la gente se queda en sus casas y los que
pueden, tratan de poner en orden sus cosas, algunos limpian sus
patios, otros leen un buen libro y otros tocan algún instrumento
musical como esperando no sé qué cosa entre tonada y tonada
mientras miran hacia hacia la costa.
Algunas mujeres atienden sus flores y
plantas, los niños juegan como si nada rompiendo el silencio que
reina en el aire, alegres, en medio de la novedad de los feriados
forzados, y los perros descansan en los solares, todo se paraliza, la
actividad económica del pueblo y de la ciudad, los negocios están
cerrados, y queda esta extraña sensación de ser como un gran barco
que ha quedado varado en medio del océano esperando, esperando
siempre, con miles de seres humanos con ojos ya oscurecidos,
observando a ver si aparece alguna nave de rescate, pero solo
se divisa el mar, y mar, y mar, solo agua salada y algunas gaviotas tratando
de pescar algo de manera insistente.
En medio de todo esto, los cristianos
luchamos con tentaciones y pensamientos de tristeza, desesperanza,
anhelos y tiranías. Viendo al horizonte, contemplando el mar Caribe,
elevamos una oración al Dios trino rogando nos conceda la fe
necesaria para resistir; “No nos metas en tentación, y líbranos
del mal”; hastiados de las pugnas entre los partidos, de los duelos
entre izquierdas, de la guerra de las cizañas, de las mentiras y las
palabras hirientes y necias de quienes no sufren estos dolores, de
las promesas incumplidas, de la miseria humana que aflora en la
necesidad.
El dolor a veces es ensordecedor, tan
extrañamente ruidoso que podría cerrar nuestros oídos para no oír
las palabras de nuestro Rey, ¿y qué sería de nosotros sin su
misericordia y su santa palabra? De pura gracia el Dios trino nos
sigue regalando bellos amaneceres, el canto de las aves que le adoran
y alegran nuestros corazones, nos sigue dando momentos maravillosos
de contemplación de la luna y las estrellas, ¡todo lo creado alaba
al Señor!, todo lo creado nos invita a la adoración, así lo creo,
yo he sido invitado por los grillos, los sapos, las aves diurnas y
nocturnas, las chicharras, los cocuyos y las bestias a alabar al
Creador, y entre lágrimas me va bien, limpiando mi corazón de
impurezas, de odios y tristezas que matan, el Sol de Justicia
purifica lo que está infecto en el alma y su gloria se despliega en
la perseverancia de aquellos en quienes Él ha iniciado la buena
obra, que jamás se detendrá hasta que sea perfeccionada; ¡dichosos
son los que tienen por Rey al Cristo de Dios!; ¡dichosos los que
tienen en ellos al Consolador!; ¡dichosos todos los que aman al
trino Dios, porque las aflicciones de este tiempo son breves, pero la
gloria y el gozo inefable que está por venir jamás, jamás, jamás
perecerá!
Al mismo tiempo, los inicuos, los
malvados, los opresores y todos los que blasfemaron y dieron la
espalda al Dios de Israel, recibirán su justa retribución, ellos
son los herederos del fuego del infierno, ¡arderán eternamente y su
memoria será borrada de la tierra para siempre!; ¡loado sea Cristo
nuestro Señor, que nos persevera, nos fortalece y consuela!; ¡aún
en la pobreza, en el hambre, la opresión y la guerra, somos más que
vencedores en Cristo Rey, nuestro Señor!
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